Análisis: Kingdom Hearts III
Luego de casi trece años, por fin llegó a tiendas Kingdom Hearts III. Y gracias a nuestros amigos de PlayStation, ya tengo una copia de review para analizar y sacar conclusiones. Pero la historia de Kingdom Hearts es muy extensa como compleja. Y como saben, mi fuerte no son los RPGs. Por eso, este análisis estará a cargo de mi amigo José Enrique Palomeque; seguro lo han escuchado de invitado en algunos episodios del podcast. Con decenas de horas de la saga encima y mucha paciencia, conocimiento y entusiasmo, estoy seguro que «Palomeque» tendrá mucho más que contarles a los fans de esta franquicia que —por fin— cierra la historia de Sora y compañía. – Parallax
Desde su concepción allá por el año 2002, la franquicia Kingdom Hearts se perfiló como un proyecto lleno de ambición. Siendo un crossover entre Disney y Square-Enix (entonces Squaresoft), lo esperado hubiese sido brindar lo mismo que una típica colaboración entre dos grandes entidades: altas dosis de fanservice utilizando a los personajes más icónicos de ambas compañías. No obstante, la visión de Square-Enix y de Tetsuya Nomura -el hombre encargado de sacar adelante el título- fue distinta.
Los mandamases de la gigante nipona no solo buscaban un éxito comercial, también querían afianzar una nueva propiedad intelectual que goce de la popularidad de series como Dragon Quest o la mismísima Final Fantasy. La etiqueta de “spin-off” atribuida a su opera prima como director no le hizo mucha gracia a Nomura, por lo que buscó dotar a la franquicia de personalidad y autenticidad para ser más autónoma. Vaya que lo logró.
Con más de una decena de entregas bajo su nombre, Kingdom Hearts se ha convertido en un fenómeno de masas. Su entretenido gameplay acompañado de las fantásticas personalidades y mundos del universo Disney, además de un lore complejo e interesante y una banda sonora de ensueño; todo lo anterior mencionado es lo que define a la franquicia para quien escribe estas palabras. Una de mis franquicias favoritas de todos los tiempos.
Con todo el éxito que la serie ha cosechado a lo largo de 17 años, era lógico pensar que la siguiente entrega traería una colosal anticipación por parte de los fans y la prensa especializada. Sea o no de nuestro agrado, creo que nadie es indiferente a su legado e importancia en la industria. Es así como, tras ser anunciado en 2015 y con algunos retrasos en su haber, Kingdom Hearts III ya no es más un lejano estreno. Finalmente está con nosotros.
Sin embargo, el que exista una gran cantidad de hype detrás de un título puede significar un arma de doble filo. Sobre todo si hablamos de una franquicia tan apreciada como ésta. ¿Será este juego una digna conclusión para la historia de Sora, Donald y Goofy? o ¿La ola del hype y su largo tiempo de desarrollo dejarán con un mal sabor de boca a los pacientes seguidores de la serie?
Luz y oscuridad, destinados a colisionar
Más que una continuación de Kingdom Hearts II, ésta entrega es un secuela directa de Dream Drop Distance, juego que se lanzó para la portátil Nintendo 3DS y el último en el orden cronológico de la saga. Sora -nuestro protagonista- ha perdido sus poderes debido a la intervención del antagonista Xehanort durante su examen para convertirse en un Keyblade Master. El joven, junto a Donald y Goofy, se embarca en una nueva aventura para recuperar sus habilidades.
Paralelamente, Riku y el rey Mickey deciden viajar al Dark Realm para salvar a Aqua, una antigua Keyblade Master que se perdió en la oscuridad hace mucho tiempo tratando de salvar a su amigo Terra. Los grupos de Sora y Riku tienen un objetivo en común: reunir a los 7 guardianes de luz que participarán en la batalla final que se avecina, la nueva Keyblade War contra Xehanort y los otros 12 portadores de oscuridad.
La travesía de Sora lo llevará a través de nuevos mundos inspirados en las películas de Disney para solucionar los estragos que sus enemigos han causado en ellos. Los Heartless, Nobodies y Unversed han sido desatados por la Organization XIII y, una vez más, será tarea del trío de héroes enmendar todo ese caos sin perder de vista su objetivo principal: ponerle fin a las ambiciones de Xehanort quien pretende tomar control de Kingdom Hearts.
Sora no la tendrá nada fácil en esta ocasión. Los constantes ataques y dificultades en su contra harán tambalear su resolución y convicción, llevándolo muchas veces a perder la esperanza. No obstante, el apoyo provisto por sus preciados amigos será una pieza clave para que nuestro protagonista se mantenga fuerte en su constante lucha contra la oscuridad.
Una fórmula conocida que sigue funcionando
Los veteranos de la franquicia no tendrán problema alguno en saltar a esta entrega. La estructura y la narración de las historias de los personajes de cada mundo de Disney sigue siendo soberbia. Si bien se ha decidido prescindir de mundos basados en películas clásicas como Aladdin o The Nightmare Before Christmas, sus reemplazos consiguen llenar esos enormes vacíos con total éxito.
Las adiciones de mundos como Ariandelle (Frozen) y San Fransokyo (Big Hero 6) le brindan al título de mucha frescura sin sacrificar el carisma y personalidad que ofrecían las entregas pasadas. Esto puede atribuirse a la singular capacidad de Disney por seguir produciendo películas de gran calidad pero en realidad es gracias al equipo de Square-Enix que las adaptaciones de dichos filmes al videojuego mantienen toda su gracia.
Con respecto a la historia principal, Kingdom Hearts III hace un espléndido trabajo al contestar interrogantes que los seguidores traíamos de entregas anteriores sin que el flujo de la narración se vea perjudicado. Si bien sigue existiendo esa complejidad tan característica del trabajo de Nomura, no he podido evitar sentir como que ahora todo está escrito con el ánimo de ir cerrando la saga. Al menos, a medida que transcurren los eventos dentro del juego…
Si Kingdom Hearts II fue el punto de la serie en el que todo se volvió más complejo y el universo del juego se expandió, Kingdom Hearts III es una suerte de clímax en el que todos los caminos abiertos por la segunda parte convergen y van finalizando. No dudo de que la franquicia continuará pero si la intención de Nomura era que Kingdom Hearts III supusiera el fin de una era, logra su cometido con creces.
Una mezcla con ingredientes de lujo
A nivel jugable, Kingdom Hearts siempre ha sido un action RPG en su núcleo. A pesar de algunos problemas en entregas pasadas como la rigidez de los movimientos de Sora, una falible inteligencia artificial para nuestros compañeros Donald y Goofy o algunos más constantes como la cámara; la franquicia ha ido mejorando con el pasar de los años hasta alcanzar su cumbre y volverse un competente título de acción.
Kingdom Hearts III recobra todos los elementos más interesantes de las últimas entregas. Por una parte, tenemos el Shotlock de Birth by Sleep y el Flowmotion de Dream Drop Distance; habilidades muy apreciadas dentro del repertorio de Sora y compañía en sus respectivos juegos debido a la fluidez que le añadían al combate. El primero es como una especie de modo shooter que podemos utilizar para lanzar un devastador ataque a nuestros adversarios mientras que el segundo le permite a Sora moverse velozmente por el campo de batalla.
Las invocaciones también están de regreso en la forma de Links y, a cambio de usar toda nuestra barra de magia, nos permite eliminar oleadas de enemigos con poderosos ataques elementales usando a viejos amigos de Sora como Ariel, Simba y Stitch. Además, a través de los Attraction Flows podemos invocar a las atracciones más populares de Disney World como los Mad Tea Cups, el Pirate Ship y el Big Magic Mountain, habilidades con enorme atractivo visual para acabar con los enemigos.
Sin embargo, la mayor adición son, sin duda alguna, los Situation Commands. Estos pueden ser liberados a medida que Sora conecta golpes a los enemigos y llena una barra sobre el menú, lo que agiliza aún más el ya frenético combate. A través de los Situation Commands, Sora puede utilizar las versiones más poderosas de sus hechizos como Firaza y Thundaza pero también puede transformar su Keyblade en distintas armas como garras, martillos y lanzas.
Hay un inmenso abanico de posibilidades para combatir en Kingdom Hearts III. Esto convierte a Sora en una completa máquina de guerra pero también le resta dificultad al juego. No temo equivocarme al decir que éste es el título más fácil de la franquicia. Uno puede llegar a sentirse demasiado poderoso en comparación a los enemigos sin necesidad alguna de grindear. La variedad es excelente pero un mejor equilibrio hubiese sido lo más apropiado para alcanzar la jugabilidad perfecta.
Un pequeño descanso no hace daño
Fuera del combate, el juego también posee una serie de elementos agregados que buscan divertir al jugador. Tenemos la posibilidad de cocinar en la Bistro de Remy -el peculiar chef de Ratatouille– para obtener platillos que aumentan temporalmente nuestros atributos y habilidades. Los ingredientes que se utilizan para cocinar están en todas partes de los distintos mundos así que tomará un poco de tiempo conseguirlos todos.
Por otra parte, la inclusión de un Gummiphone aumenta la cantidad de tareas en las que podremos invertir nuestro tiempo. El acceso al Modo Cámara no podía faltar y mediante su uso podremos capturar fotografías de Sora junto a las celebridades de Disney. La cámara también nos permite fotografiar los Lucky Emblem, pequeños vestigios con forma de Mickey ocultos por todos los mundos, que nos brindarán algunos ítems y equipamiento como recompensa por encontrarlos.
Dentro del Gummiphone también podremos acceder al Classic Kingdom, un recopilatorio de minijuegos inspirados en los Game & Watch de Nintendo que podremos ir desbloqueando encontrándolos en cofres o analizando su respectivo código QR. A pesar de que no sea tu interés principal, no podrás evitar invertir algunos minutos en estos simpáticos minijuegos.
Cabe destacar que algunos mundos también tienen sus propios minijuegos como el entrenamiento VR en San Fransokyo o las batallas entre barcos en The Caribbean, cada uno alucinante a su propia manera.
Un vasto mundo por descubrir
Un aspecto muy característico de Kingdom Hearts es el método de viaje entre los distintos mundos de Disney: La Gummi Ship. Ésta nave hecha con bloques pasó de tener un recibimiento frío en la primera entrega a convertirse en algo muy atesorado por los seguidores y parece que Nomura y su equipo son conscientes de ello.
Para esta entrega, el viaje en Gummi Ship ha recibido una notoria remodelación ya que, a diferencia de los pequeños segmentos a los que éramos sometidos en los anteriores títulos, ahora tenemos un enorme universo disponible para explorar con un sistema de juego al más puro estilo de la franquicia Star Fox. Esto ameniza las travesías hacia los nuevos mundos y nos brinda un gameplay totalmente distinto al resto del juego.
Los mundos tampoco se quedan atrás ya que han pasado de ser pequeñas secciones interconectadas por pantallas de carga a ser inmensos campos de batalla repletos de enemigos. Admito que este aspecto me sorprendió bastante ya que con el tiempo que me costó terminar Toy Box, en Kingdom Hearts II hubiese pasado por tres mundos distintos.
Éste cambio fue incluso más notorio en mi paso por The Caribbean, un mundo que ya había aparecido en Kingdom Hearts II pero a mucha menor escala.
Con la potencia gráfica del Unreal Engine 4, los desarrolladores han expandido y pulido los nuevos escenarios hasta el punto en que realmente parecen haber salido de una animación. Esto se extiende también a los personajes y sobre todo a las cinemáticas. La transición de cinemática a gameplay es tan sutil que la diferencia es casi inexistente. Una maravilla visual por donde se vea.
La maestra lo ha hecho de nuevo
Pero si de aspectos característicos hablamos, es imprescindible hablar de la banda sonora de la franquicia y de la mente maestra detrás de ésta: Yoko Shimomura. Kingdom Hearts es uno de esos extraños casos en los que su música ha trascendido al videojuego. Se realizan giras y conciertos alrededor del mundo con las composiciones más memorables del juego y no es extraño encontrar sus melodías como fondo musical de algún importante evento.
Shimomura probablemente sea una de las mejores compositoras de la industria en la actualidad. Su increíble talento la ha llevado a formar parte de videojuegos legendarios como Street Fighter II, Super Mario RPG, la serie Mario & Luigi, Radiant Historia y recientemente Final Fantasy XV. No obstante, es la banda sonora de Kingdom Hearts con la que ha conseguido elevarse a lo más alto del panteón de compositores de videojuegos junto a personalidades como Nobuo Uematsu y Yuzo Koshiro.
Dicho lo anterior, sería redundante decir que la banda sonora de Kingdom Hearts III es excelsa. No solo posee temas inéditos de altísimo nivel para cada uno de los nuevos mundos y los combates que se libran en ellos, también pone sobre la mesa 17 largos años de trabajo e historia de la franquicia en forma de remixes. Arandelle (Field) y The Caribbean (Battle) son dos temas que rápidamente vienen a mi mente cuando pienso en el juego.
No obstante, la joya de la corona son los temas para los bosses. Boss Theme, The Key to All, Unbreakable Chains… Todas son excelentes composiciones que reflejan lo que cada boss representa en sus respectivas batallas. Pero, si tuviera que elegir solo un tema de la plétora de maravillas presentes en este videojuego, ese sería Oscurità di Xehanort. Una pieza poderosa pero a la vez majestuosa, producto de la mezcla de los temas de los bosses finales de anteriores entregas, encargada de musicalizar una de las mejores boss fights de toda la serie.
Me atrevería a decir que Shimomura, junto a Takeharu Ishimoto y Tsuyoshi Sekito, han logrado superar la enorme valla que se auto impusieron con sus anteriores trabajos. Algunas personas podrán quejarse de la falta de temas nuevos para esta entrega -y tendrían algo de razón en hacerlo- pero creo que el objetivo ha sido cumplido: crear un score musical de antología.
Despertando de un mágico y bello sueño
Ha llegado la hora de terminar como empezamos éste análisis:
¿Es éste juego una digna conclusión para la historia de Sora, Donald y Goofy?
En efecto. Reuniendo todo lo que hizo grande a la franquicia a través de los años, Kingdom Hearts III es un final espectacular a una de las historias más memorables y gratas que la industria del videojuego nos ha ofrecido. Podrá conservar ese aspecto algo infantil y cheesy pero ese es uno de sus principales atractivos. Nos hace viajar a una época donde solíamos ver al mundo de una forma mucho más ingenua y pura donde lo único que nos importaba era soñar.
¿La ola del hype y su largo tiempo de desarrollo dejarán con un mal sabor de boca a los pacientes seguidores de la serie?
Para ser sincero, lo dudo mucho. Admito que el juego no es perfecto, presenta algunos de los errores más comunes de la saga como la pérdida del control de la cámara o la complejidad para entender algunos sucesos si no eres un completo conocedor del lore de este universo. Sin embargo, el título irradia el amor y cariño de sus desarrolladores para brindar una experiencia a la altura de la expectativa de los fans y eso es algo que, por más objetivo que intente ser, no puedo obviar.
Kingdom Hearts III ha sido toda una montaña rusa de emociones para mí. He reído, he llorado, me he emocionado y hasta me he enojado con algunas de las decisiones tomadas por el equipo desarrollador. Ésto es algo que solo me pasa con los videojuegos más grandes que he tenido la oportunidad de jugar.
Tetsuya Nomura ha sido criticado muy duro en innumerables ocasiones -muchas veces con un sólido argumento- pero si por algo siempre le estaré agradecido es por haber creado un videojuego que supo ganarse mi corazón. No es perfecto pero eso no quiere decir que no pueda conmover a cualquiera que decida darle una oportunidad.